7/7/10


El hombre siempre envía mensajes, aunque no tenga conciencia de ello, o aunque voluntariamente no quiera comunicarse. Cuando están dos individuos en su casa, y uno está leyendo atentamente el periódico, este último está decidiendo ‘ahora no quiero hablar, prefiero leer el periódico’, y cuando el compañero de butaca del teatro bosteza continuamente, y de vez en cuando mira el reloj, entendemos ‘está aburrido, la obra no le gusta’.


El mensaje sin sentido, el silencio, el retraimiento, la inmovilidad (el silencio del cuerpo).
Cuando tenemos un perro en casa, y decimos que ‘comprende’ lo que decimos, es claro que no entiende el significado de las palabras, pero sí toda la comunicación no verbal que las acompaña, el tono de voz, el ritmo y secuencia de las palabras, los gestos, etc.
Si estamos a disgusto en una reunión, es fácil decir que estamos cómodos, pero más difícil que nuestra cara no refleje en algún momento el disgusto, y nuestro cuerpo, a través de cambios constantes y de la tensión muscular existente, no nos delate.
La complejidad de la comunicación humana, la polisemia de los mensajes (cada mensaje no tiene un solo significado, sino varios) hace que podamos incurrir en error al interpretar el mensaje, dando lugar a malentendidos, con importantes repercusiones en las relaciones humanas. Interpretar como desprecio una señal que no lo es, permitirnos iniciativas amorosas cuando no hay razón para ello, puede ponernos en situaciones difíciles.
Sin embargo, puede suceder que descifremos correctamente el mensaje, peor que éste sea contradictorio, confuso o paradójico.
La historia de la comunicación humana es significativa. Cada individuo repite el proceso que realizó la especie, la ontogénesis (desarrollo del individuo) repite la filogénesis (evolución de la especie). Del lenguaje de los gestos y del lenguaje de acción, de los actos, a la posterior adquisición de la palabra, para pasar con la escolarización al aprendizaje de la lectura y la escritura.
El lenguaje no verbal puede repetir, contradecir, sustituir, reforzar y regular el lenguaje verbal de las siguientes formas:
REPETICIÓN: el gesto repite la palabra ; repetimos, por ejemplo, cuando al responder sí, a la vez hacemos un gesto afirmativo con la cabeza.
CONTRADICCIÓN: a veces el gesto contradice a la palabra. Un invitado está a la mesa y pregunta si le gusta la comida, responde: ‘sí, mucho, está buena’, pero pone cara de desagrado.
SUSTITUCIÓN: el gesto sustituye a la palabra. Un amigo dice a otro: ‘quedamos esta tarde en la puerta del cine’, y la respuesta es un gesto afirmativo.
REFUERZO: el gesto refuerza la palabra. Imaginémonos un padre que espera impaciente la llegada de su hijo por la noche, cuando abre la puerta le recibe con ‘ ¡qué hora son éstas de llegar!’, a la vez que señala ostentosamente el reloj.
REGULACIÓN: el gesto se utiliza también para regular la conversación. Si queremos hacer uso de la palabra, podemos levantar el índice o efectuar una inspiración, mientras nos enderezamos en el asiento, como diciendo ‘ahora voy a hablar’. Por el contrario, cuando no queremos hacer uso de la palabra, solemos mantener la atención, y de vez en cuando asentir ‘me interesa lo que dices, sigue’, sería el mensaje.
EL LENGUAJE DE LA CARA
La cara posee una capacidad comunicativa. Es fundamental en la comunicación de los estados emocionales, nos suministra datos abundantes en las relaciones interpersonales y debido a su gran visibilidad se le presta especial atención. El rostro es un sistema de multimensaje, y es capaz de enviar mensajes muy diversos.
La expresión facial es un importante factor en la comunicación humana. El famoso investigador Paul Ekman sugiere que el rostro soporta la información relativa al estado emocional, mientras que el resto del cuerpo comunica información acerca de la intensidad de la emoción.
Dos teorías fundamentales de las emociones consideran sólo un determinado número de emociones, a las que entienden como básicas, y a partir de las cuales, precisamente, se componen las demás.
Numerosos estudios realizados demuestran que la cara es juzgada en primer lugar con arreglo a lo agradable o desagradable que sea la emoción manifestada, el parámetro descriptivo que aparece en segundo lugar en cuanto a frecuencia, es actividad (excitado, tenso) o pasividad (tranquilo, somnoliento) de la expresión, viniendo en tercer lugar el parámetro intenso-controlado.
El hombre siempre envía mensajes, aunque no tenga conciencia de ello, o aunque voluntariamente no quiera comunicarse. Cuando están dos individuos en su casa, y uno está leyendo atentamente el periódico, este último está decidiendo ‘ahora no quiero hablar, prefiero leer el periódico’, y cuando el compañero de butaca del teatro bosteza continuamente, y de vez en cuando mira el reloj, entendemos ‘está aburrido, la obra no le gusta’.

El mensaje sin sentido, el silencio, el retraimiento, la inmovilidad (el silencio del cuerpo).
Cuando tenemos un perro en casa, y decimos que ‘comprende’ lo que decimos, es claro que no entiende el significado de las palabras, pero sí toda la comunicación no verbal que las acompaña, el tono de voz, el ritmo y secuencia de las palabras, los gestos, etc.
Si estamos a disgusto en una reunión, es fácil decir que estamos cómodos, pero más difícil que nuestra cara no refleje en algún momento el disgusto, y nuestro cuerpo, a través de cambios constantes y de la tensión muscular existente, no nos delate.
La complejidad de la comunicación humana, la polisemia de los mensajes (cada mensaje no tiene un solo significado, sino varios) hace que podamos incurrir en error al interpretar el mensaje, dando lugar a malentendidos, con importantes repercusiones en las relaciones humanas. Interpretar como desprecio una señal que no lo es, permitirnos iniciativas amorosas cuando no hay razón para ello, puede ponernos en situaciones difíciles.
Sin embargo, puede suceder que descifremos correctamente el mensaje, peor que éste sea contradictorio, confuso o paradójico.
La historia de la comunicación humana es significativa. Cada individuo repite el proceso que realizó la especie, la ontogénesis (desarrollo del individuo) repite la filogénesis (evolución de la especie). Del lenguaje de los gestos y del lenguaje de acción, de los actos, a la posterior adquisición de la palabra, para pasar con la escolarización al aprendizaje de la lectura y la escritura.
El lenguaje no verbal puede repetir, contradecir, sustituir, reforzar y regular el lenguaje verbal de las siguientes formas:
REPETICIÓN: el gesto repite la palabra ; repetimos, por ejemplo, cuando al responder sí, a la vez hacemos un gesto afirmativo con la cabeza.
CONTRADICCIÓN: a veces el gesto contradice a la palabra. Un invitado está a la mesa y pregunta si le gusta la comida, responde: ‘sí, mucho, está buena’, pero pone cara de desagrado.
SUSTITUCIÓN: el gesto sustituye a la palabra. Un amigo dice a otro: ‘quedamos esta tarde en la puerta del cine’, y la respuesta es un gesto afirmativo.
REFUERZO: el gesto refuerza la palabra. Imaginémonos un padre que espera impaciente la llegada de su hijo por la noche, cuando abre la puerta le recibe con ‘ ¡qué hora son éstas de llegar!’, a la vez que señala ostentosamente el reloj.
REGULACIÓN: el gesto se utiliza también para regular la conversación. Si queremos hacer uso de la palabra, podemos levantar el índice o efectuar una inspiración, mientras nos enderezamos en el asiento, como diciendo ‘ahora voy a hablar’. Por el contrario, cuando no queremos hacer uso de la palabra, solemos mantener la atención, y de vez en cuando asentir ‘me interesa lo que dices, sigue’, sería el mensaje.
EL LENGUAJE DE LA CARA
La cara posee una capacidad comunicativa. Es fundamental en la comunicación de los estados emocionales, nos suministra datos abundantes en las relaciones interpersonales y debido a su gran visibilidad se le presta especial atención. El rostro es un sistema de multimensaje, y es capaz de enviar mensajes muy diversos.
La expresión facial es un importante factor en la comunicación humana. El famoso investigador Paul Ekman sugiere que el rostro soporta la información relativa al estado emocional, mientras que el resto del cuerpo comunica información acerca de la intensidad de la emoción.
Dos teorías fundamentales de las emociones consideran sólo un determinado número de emociones, a las que entienden como básicas, y a partir de las cuales, precisamente, se componen las demás.
Numerosos estudios realizados demuestran que la cara es juzgada en primer lugar con arreglo a lo agradable o desagradable que sea la emoción manifestada, el parámetro descriptivo que aparece en segundo lugar en cuanto a frecuencia, es actividad (excitado, tenso) o pasividad (tranquilo, somnoliento) de la expresión, viniendo en tercer lugar el parámetro intenso-controlado.